El Museo del Jamón vuelve a la Gran Vía de Madrid
La Gran Vía ha sido siempre una pasarela para los gatos y los visitantes capitalinos. Durante largas décadas del franquismo también estuvo abarrotada de cafés, salas de fiesta, teatros y cines. La transición a la democracia no la trató muy bien, dándole mucho lumpen, amistades peligrosas, y todos los vicios de un país en libertad. En 1978 se levantó el cierre metálico de un establecimiento pionero: el Museo del jamón.
El extremeño Marcelo Muñoz se inventó un restaurante temático del jamón con una clara idea de democratizar un producto anteriormente reservado a las casas de los señoritos o fiestas de los día señalados. Muchos le tacharon de visionario y le dijeron que se iba a estrellar con una casa que además tenía pretensiones de su propia denominación. El tiempo y la grandeza del jamón estaban de su parte, y poco a poco El Museo del Jamón, y todos los que se quitaban la caspa, recogieron una extraordinaria generación de universitarios. Allí se comieron un bocadillo notarios, sastres, ingenieros o funcionarios de hacienda. Los hijos de Marce, Francisco y Luis continuaron la saga, y hoy la tercera generación, que encabeza Luis Alfonso, el CEO de la empresa, ha decidido volver a los orígenes con todo el pulso de la actualidad. Han sacado los jurdós y le han dado una vuelta al local clásico con tres zonas bien diferenciadas.
La barra como reina y señora del local. Pues en el nuevo Museo de la Gran Vía hay una barra de las de hincar codo y borrar el teléfono de casa. Cañas, también buenos vinos, ahora seleccionados, y el inevitable jamón según cartera o momento del día. En esta casa, digno serrano con la marca propia Tío Felipe, y todo tipo de ibéricos de procedencia de Guijuelo. En bocadillo, ración, y también para llevar, porque hay charcutería nonstop hasta las 11 de la noche.
Una de las mayores glorias del local, de la que se sienten más orgullosos sus gestores, es la nómina de charcuteros por y cortadores que siguen defendiendo una nómina de artesanos de un oficio cada vez más complicado. Además quesos, cecina y embutidos de nivelazo que en las mesas de gastronomía pueden disfrutarse junto a platos muy clásicos pero dignísimos. Y para la fiesta y recuperación de la Gran Vía en este renovado cenáculo jamonero hay lugar para copas, y para música los finde donde el cachondeo girará sobre la indiscutible música ochentera.
Esta alegría de saber que vuelve un clásico con claridad a los ‘madriles’ no quedará ahí. Este cronista augura que como dicen los castizos, «los demás hosteleros se van a poner las pilas» la Gran Vía necesita frente a tanta franquicia insulsa y de memoria estúpida que vuelvan las patillas y el colorín a su calle. Madrid siempre ha sido una fiesta, y ya tiene en su corazón de la ciudad el primer golpe de caña y jamón para las largas horas de su día.
En resumen, nueva apuesta para gozar de platos tan elementales de nuestra gastronomía, como un buen plato de jamón, y de la vibrante vida de la Gran Vía madrileña. «Volvemos con la vista puesta en el madrileño autóctono, el que llenó desde nuestros comienzos las barras, auténtica red social de esta ciudad. Nos renovamos sin perder nuestra esencia y haciendo foco en una propuesta de valor», proclama Luis Alfonso Muñoz, tercera etapa de la saga. ¡Viva el jamón!